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Muchos han sido los reyes que han pasado por Sevilla a lo largo de su historia, pero de todos ellos destaca uno por su importancia histórica, su impacto en la ciudad y las numerosas leyendas que de él se cuentan: Pedro I de Castilla, apodado por sus enemigos como “el Cruel” y por sus aliados como “el Justiciero”. Paseando por Sevilla nos encontramos con numerosas leyendas que hablan de sus amores, historias en las que se mezcla mito y realidad, siendo la línea que las separa tan mínima que muchas veces es imposible distinguirlas. ¿Te vienes a descubrir estas leyendas con nosotros?

Pedro I nació en Burgos, hijo del rey Alfonso XI y de María de Portugal, aunque pronto se traslada con sus padres a Sevilla. Su infancia transcurre entre los muros del Alcázar, aunque no fue todo lo feliz de lo que se esperaba porque siempre vivió reprochando el abandono de su padre, que prefería pasar las horas en el Castillo de Alcalá de Guadaíra junto a su amante, Leonor de Guzmán. La inesperada muerte de Alfonso XI en 1350, cuando Pedro sólo tenía 16 años, supone el inicio de su reinado… y de su venganza contra los hijos ilegítimos de su padre.

Su reinado estuvo marcado tanto por las luchas de poder contra sus hermanastros como por sus numerosos amoríos. De hecho, aunque él mismo sufrió el abandono de su padre, Pedro no destacó por llevar una conducta modélica en cuanto a esposo se refiere… Estuvo casado en tres ocasiones y tuvo 9 hijos conocidos, aunque se cree que fueron muchos más. Algunas de estas relaciones amorosas forman parte de las leyendas sevillanas.

Cabeza del rey Don Pedro que está en la calle del mismo nombre

Una de las más conocidas es la de la cabeza del rey Don Pedro que se puede ver en la calle del mismo nombre. Según esta leyenda, Pedro I se batió en duelo a muerte con un noble que descubrió el romance que el rey mantenía con su mujer, aunque otras versiones hablan de que la disputa estuvo provocada por el enfrentamiento político del rey con la familia del caballero, los Guzmán. El descubrimiento de este asesinato podría haber provocado una grave crisis política, ya que los Guzmán y los Trastámara lo podían usar para destronar al rey, por lo que Pedro I se vio obligado a ocultarlo y sólo salió a la luz gracias a una anciana y al ingenio de su hijo. Puedes leer la leyenda completa aquí: La leyenda de la cabeza del rey Don Pedro.

Otra leyenda muy conocida es la Doña María Coronel. Al quedar viuda, Doña María empezó a recibir las visitas de Pedro, que, cada vez con más vehemencia, reclamaba su amor. Doña María llegó a refugiarse en casa de sus padres, pero una noche el rey se presentó con su guardia para llevársela al Alcázar. Doña María huyó por una ventana y se refugió en el Convento de Santa Clara. Sin embargo, Pedro I descubrió su paradero y se coló en el Convento para raptarla. Viéndose acosada, Doña María se escondió en la cocina y se echó un cazo de aceite hirviendo a la cara para ahuyentar a su pretendiente.

Claustro del Convento de Santa Inés de Sevilla

El rey quedó aterrado y cejó en su empeño. Dicen que también quedó tan arrepentido por lo ocurrido que le prometió a Doña María que le concedería lo que pidiera, a lo que ella replicó que deseaba recuperar parte de las tierras de su marido para fundar allí un convento, el que sería el Convento de Santa Inés, aunque seguramente esto sea falso ya que el convento se construyó una vez que Pedro I fue destronado por Enrique II. Cada 2 de diciembre, en dicho convento, se puede ver el cuerpo incorrupto de Doña María Coronel, apreciándose aún en su rostro las quemaduras y cicatrices que provocó el aceite.

La fama de mujeriego despiadado de Pedro I también le valió para protagonizar otra leyenda, en la que se explicaba que el nombre de la Torre del Oro derivaba de una mujer de dorados cabellos que el rey mandó recluir en ella para tenerla a su disposición, algo totalmente falso ya que el nombre de la Torre no tiene nada que ver con eso, como explicamos aquí.

María Padilla en el Alcázar de Sevilla frente a Pedro I, grabado de Paul Gervais

Pero de todos los amores de Pedro, sin duda el más fuerte fue el que sintió por María de Padilla. Fue su amante durante muchos años y su relación no se rompió ni cuando Pedro se casó hasta en dos ocasiones, primero con Blanca de Borbón y después con Juana de Castro. A ambas las abandonó y volvió a los brazos de María, con quien tuvo 4 hijos y con la que finalmente se casaría en 1361. Sin embargo, el infortunio hizo que María de Padilla falleciera ese mismo año. Su muerte dejó muy afectado a Pedro, que llegó a declarar que su primera y única esposa había sido ella, dándole todos los privilegios de ser reina. Así, nombró al hijo varón que tuvo con ella, Alfonso, como legítimo heredero, por delante de Juan de Castilla, el hijo que tuvo con Juana de Castro. María de Padilla también recibió el tratamiento de reina en su sepultura, estando su cuerpo en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla.

Más allá de este amor, Doña María de Padilla también es conocida en Sevilla por los baños del Alcázar que llevan su nombre. Según la leyenda, María, el tiempo que vivió en el Alcázar como amante del rey, acudía a esta estancia a disfrutar de su piscina y de su agradable temperatura. Sin embargo, esta historia no es más que pura leyenda, ya que estos baños fueron construidos muchos años después, tras el derrumbamiento que provocó un terremoto en el antiguo Patio del Crucero. Estos baños siguen siendo uno de los rincones más agradables de visitar cuando se acude al Alcázar, sobre todo los días de mucho calor.

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