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El Alcázar de Sevilla es uno de los monumentos más bonitos y visitados de la ciudad. Su función como fortaleza y residencia real, primero con los árabes y después con los cristianos, hizo que numerosos reyes pasearan por sus estancias y modificaran su estructura para adecuarla a sus gustos. El objetivo de estas modificaciones era, por un lado, convertir el palacio en un lugar que impresionara a sus visitantes, y, por otro lado, hacerlo un lugar seguro e inexpugnable. Por ello, en una época de tantos enfrentamientos e intrigas políticas, es normal que los reyes que lo habitaron incluyeran en sus planos puertas y pasadizos secretos que facilitaran su huida en caso de peligro.

La construcción del Alcázar de Sevilla se inició en el Siglo X, en el año 913, aunque desde prácticamente la llegada de los árabes en el 711 este lugar se utilizaba como sede real. De hecho, se piensa que este lugar estuvo habitado desde el siglo VIII a.C., y se han hallado restos de edificaciones romanas y visigodas de los siglos I y V, respectivamente. Su construcción fue ordenada por el primer califa andaluz Abd al-Rahman III. Posteriormente fue ampliado por otros reyes musulmanes, destacando las modificaciones que realizaron Al-Mutamid (recientemente se han descubierto los restos de su antiguo palacio) y los almohades.

De esos primeros palacios islámicos nos quedan pocos vestigios, como el Patio del Yeso, las murallas del Patio de Banderas, la portada original del Alcázar (en la actual calle Joaquín Murube) y el Patio de Crucero (hoy transformado en los baños de María de Padilla). Esto se debe a que tras la conquista cristiana varios reyes cristianos ocuparon este espacio y lo modificaron. Las mayores modificaciones se las debemos a dos de los reyes cristianos más ligados a Sevilla: Alfonso X el Sabio y Pedro I el Cruel (o el Justiciero para algunos). Ambos fijaron su residencia oficial en el Alcázar de Sevilla y construyeron sendos palacios, de estilos muy diferentes.

Alfonso X, hijo del rey Fernando III que conquistara Sevilla en 1248, construyó un palacio de estilo gótico, rompiendo con la estética islámica del edificio. Pedro I, por su parte, quiso aunar en su palacio el arte cristiano de la época y el arte musulmán que admiró en su visita a la Alhambra, invitado por el monarca árabe con el que le unía una gran amistad. El resultado fue un gran ejemplo del arte mudéjar, de la belleza que se podía conseguir cuando las tres religiones mayoritarias de la época (cristianos, musulmanes y judíos) unían sus saberes y conocimientos en pro del arte.

Es en este palacio de Pedro I donde más puertas y pasadizos secretos podemos encontrar. Y es que el monarca sevillano vivió una época convulsa. Su padre Alfonso XI lo abandonó a él y a su madre en el Alcázar para irse a vivir con su amante, Leonor de Guzmán, en el castillo de Alcalá de Guadaíra. A su muerte, en 1350, Pedro I subió al trono y se dedicó a perseguir a los hijos de Alfonso XI y Leonor de Guzmán, por un lado, para que no le disputaran su derecho al trono, y por otro, como venganza por el abandono que había sufrido. Durante esos años, entre 1356 y 1366, construyó su palacio mudéjar en el Alcázar y, claro, tuvo en mente que podría ser atacado el tiempo que viviera allí.

El primer pasadizo secreto lo encontramos en el mismo vestíbulo del palacio. Lo primero que nos sorprende al entrar en él es que nos encontramos con una pared delante. A la izquierda, está el pasillo principal que lleva al Patio de las Doncellas, donde los embajadores y demás visitantes esperaban a ser atendidos por el rey. En cambio, a la derecha, hay un pasillo más estrecho y oscuro que, aunque actualmente es fácil de ver, antiguamente se encontraba oculto por un gran tapiz. Este pasadizo unía la entrada del palacio con las estancias privadas del rey. Si Pedro percibía que podía estar en peligro, huía por aquí mientras el enemigo entraba por el otro lado.

Más curiosa es la puerta que se percibe en una de las habitaciones, en concreto en la habitación del Salón del techo de Carlos V. Se desconoce cuál fue la función de esta estancia, aunque se cree que fue una capilla, por la inscripción sobre el Corpus Christi que hay en la puerta. Igualmente, se desconoce cuál era la función de la puerta que se adivina en una de las paredes, oculta entre el alicatado de la sala, aunque conociendo las precauciones y la cantidad de enemigos que tenía Pedro I, es posible que fuera otra vía de escape en caso de ataque.

Estas son algunas de las curiosidades que se pueden ver y aprender visitando el Alcázar de Sevilla, por lo que te animamos a conocerlo a través de las excursiones escolares que propone IMAGINA, Educación y Ocio.

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