Sevilla es tan importante gracias, en gran medida, al río Guadalquivir, que le permitió ser puerto y puerta de América, acogiendo todas las riquezas que llegaron del Nuevo Mundo. Sin embargo, la relación de Sevilla con su río no ha sido siempre positiva, ya que ha contado con la contraparte de sufrir continuas inundaciones cada vez que llovía en abundancia. La última inundación del río Guadalquivir ocurrió en 1947. ¿Por qué no ha habido más desde entonces?
La muralla de Sevilla servía, no sólo para proteger de ataques de ejércitos enemigos, sino también para resguardar a la ciudad de las subidas del río. Su derribo en el siglo XIX conllevó una mayor exposición de la ciudad a este peligro. Especialmente significativo fue el año 1895, en el que el río se desbordó hasta en seis ocasiones, aunque no se llegó a alcanzar el récord marcado unos años antes, el 10 de marzo de 1892, cuando el desborde del Guadalquivir provocó una inundación que superó los 9 metros en algunos puntos de la ciudad.
En la Torre del Oro se pueden contemplar tres azulejos que marcan los diferentes récords alcanzados por las aguas desbordadas. Además del de 1892, hay otros dos anteriores, del 8 de diciembre de 1876 y del 21 de enero de 1856. Todos ellos, marcan claramente la gravedad de estas inundaciones, que afectaron principalmente a los arrabales de la ciudad, los actuales barrios de Triana, el Arenal y la Macarena, entre otros.
El siglo XX no empezó mejor. Entre 1910 y 1919, y entre 1924 y 1927, el Guadalquivir inundó la ciudad con cotas de aguas superiores a los 6 metros. La última inundación del río Guadalquivir fue en 1947. Posteriormente, en 1961, Sevilla sufriría otra gran inundación pero esta vez provocada por el Tamarguillo, uno de sus afluentes. ¿Qué es lo que evita que desde entonces no hayamos sufrido ninguna inundación, a pesar de las fuertes y constantes lluvias de los últimos años?
La respuesta la hallamos en la esclusa, una obra de ingeniería que permite tanto que grandes barcos accedan a la ciudad como evitar que el río se desborde. Las esclusas son obras hidráulicas que permiten compensar los desniveles de agua en canales y ríos navegables elevando o descendiendo los barcos que se encuentran en ellas. Básicamente, son una especie de ascensores de barcos. El funcionamiento consiste en que si el barco está en la parte superior, entra en una especie de cubeta llena de agua con la puerta inferior cerrada. Una vez dentro, se cierra también la puerta de arriba y se vacía la cubeta hasta quedar la nave a nivel del cauce inferior, abriéndose entonces la compuerta inferior y saliendo de la esclusa. Las compuertas también controlan el nivel general del agua, evitando que el río se desborde con la subida de la marea o las precipitaciones.
La primera esclusa que se construyó en Sevilla fue en 1950, como resultado de dos ambiciosos planes para modernizar la ciudad a principios del siglo XX: el “Plan Moliní” y el “Plan Brackembury”. Esta esclusa estuvo en funcionamiento 60 años, hasta que en 2010 fue sustituida por una más grande y moderna, que permite pasar al 90 por ciento de la flota mercante del mundo gracias a sus 11 metros de profundidad o calado frente a los 6,6 de la antigua, a los 40 metros de anchura o manga (24,36 la anterior) y los 300 metros de longitud, cien más que la sustituida.