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Más allá de su importancia arquitectónica (no olvidemos que estamos hablando del mayor templo gótico del mundo y el tercero más grande de la cristiandad), la Catedral de Sevilla guarda en su interior numerosos tesoros que, si no conoces su historia, pueden pasar desapercibidos para sus visitantes. Hablamos tanto de obras de arte como de objetos históricos únicos en el mundo. En un primer artículo ya hablamos de algunos, como la tumba de Cristóbal Colón y su hijo Hernando o los altares mayor y de plata. Ahora nos centramos en otros igual de importantes.

El pendón original de Fernando III

Alumnado observando los restos que se conservan del pendón de Fernando III

Empezamos con uno de los que más pasa desapercibido. Ubicado en una esquina de la Catedral, junto a la Capilla de San Antonio o del Baptisterio y la puerta que da acceso a la Capilla de la Virgen de los Reyes, vemos una cristalera con un trozo de tela. Puede que no le prestemos atención ante tantas obras de arte a su alrededor, pero nos encontramos ante nada más y nada menos que un trozo original del pendón del ejército de Fernando III que entró en la ciudad el 23 de noviembre de 1248. El pendón era la bandera que portaban los ejércitos para reconocerse. La importancia de este pendón no está sólo en que era el que portaba el ejército de San Fernando cuando conquistó la ciudad, sino también porque es el primero en el que aparecen juntos los reinos de Castilla y de León.

Cada 23 de noviembre se celebra una procesión en conmemoración por la conquista de la ciudad, en la que el alcalde porta la espada Lobera de Fernando III y el concejal más joven el pendón. También procesiona una reliquia de San Clemente, por coincidir esta fecha con su festividad. Esta tradición la implantó Alfonso X, hijo de Fernando III, y hasta los años 90 se realizaba con el pendón original. Sin embargo, su delicado estado hace que ahora se haga con una réplica. También se porta en la fiesta del Corpus, antes de la estatua de San Fernando.

La Virgen de la Antigua

Seguimos hablando de la conquista de Sevilla por los cristianos porque en la Catedral también encontramos un retablo que esconde una curiosa leyenda de ese acontecimiento. Hablamos de la Virgen de la Antigua, situada a escasos metros de la tumba de Cristóbal Colón (un emplazamiento que, como veremos ahora, no es casual). Según la leyenda, la noche antes de entrar en la ciudad, un ángel se le apareció a Fernando III. El ángel condujo al rey al interior de la mezquita principal de la ciudad, donde detrás de un muro que se hizo transparente, pudo ver la imagen de la Virgen de la Antigua que permanecía allí oculta desde hacía siglos, cuando los visigodos reinaban en Sevilla. Al día siguiente, como predijo el ángel, las fuerzas musulmanas se rindieron y el rey San Fernando entró triunfante en la ciudad y mandó derribar ese muro, donde efectivamente apareció la imagen de la Virgen.

Hasta aquí la leyenda que, sin embargo, se ha demostrado que es sólo eso, una leyenda, pues estudios realizados a la imagen demuestran que data del siglo XIV o XV, mucho tiempo después de la conquista de la ciudad. No obstante, eso no es óbice para que esta imagen tenga una gran devoción en el mundo cristiano, como se demuestra en las numerosas copias que se realizaron, estando las más destacadas en el Alcázar de Sevilla y en las Catedrales de Panamá, México y Lima. También es destacable la veneración que tenían los marineros de la época por ella. Cristóbal Colón era uno de ellos y llegó a nombrar una de las primeras islas que descubrió en su honor: la isla de Antigua. Su fervor también hizo que su cuerpo descanse ahora a pocos metros de la imagen de la Virgen de la Antigua.

Colón no fue el único marino que profesaba fe en la Virgen de la Antigua, ya que Fernando Magallanes y el resto de capitanes de la expedición que dio la primera vuelta al mundo también rezaron ante ella por el éxito de la expedición. Los marineros que lo consiguieron, con Juan Sebastián Elcano a la cabeza, hicieron lo propio a la vuelta. Por ello, en la parte superior de esta capilla hay un conjunto de banderas de países americanos, conmemorando el hecho de que la primera vuelta al mundo empezara y finalizara aquí.

La Capilla Real

La Capilla Real es uno de los lugares más interesantes de la Catedral. Sin embargo, no está abierta al público (salvo el 30 de mayo, festividad de San Fernando) y sólo se puede acceder a ella para los oficios religiosos. Llama la atención su estilo renacentista, que contrasta con el gótico del resto de la Catedral. Esto se debe a que para su construcción se necesitaba permiso real, y este tardó mucho en llegar, tanto que para cuando se concedió el estilo gótico ya había pasado de moda. En ella están enterrados varios de los reyes más importantes que han vivido en Sevilla, desde el principal, Fernando III, cuyo cuerpo incorrupto se expone todos los 30 de mayo, hasta su hijo Alfonso X y la madre de este, la reina Beatriz de Suabia; y Pedro I y su amor María de Padilla.

En esta Capilla también se encuentra la Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla, imagen que veneraba con devoción San Fernando. De hecho, la tradición cuenta que el rey la llevaba siempre en su caballo cuando iba a la batalla y la colocaba en cada ciudad que conquistaba para confirmar su cristianización. A los pies de la Virgen de los Reyes está la urna con los restos del rey santo.

Los cuadros de la Catedral

Alumnado delante de «La visión de San Antonio de Padua» de Murillo

No muchos saben que la Catedral de Sevilla es una de las mejores pinacotecas de España. Cuadros que van desde el siglo XIV hasta mediados del XX, y de autores tan importantes como Murillo, Goya o Zurbarán.

Uno de los autores más prolíficos es Bartolomé Esteban Murillo, del que hay varias pinturas en la Catedral. Una de las más conocidas es La Visión de San Antonio, situado en la capilla de San Antonio, junto a la pila bautismal. Este cuadro estuvo a punto de perderse en dos ocasiones. La primera vez fue en 1810, cuando el ejército francés entró en la ciudad. El mariscal Soult, un enamorado de la pintura de Murillo, quiso llevárselo a Francia, como hizo con muchos otros cuadros, pero el cabildo de la Catedral consiguió evitarlo intercambiándolo por otro cuadro del mismo autor, El Nacimiento de la Virgen, que actualmente se puede ver en el museo del Louvre. Unos años después, en 1874, unos desconocidos rajaron la pintura para robar la figura de San Antonio. Afortunadamente, un anticuario de Nueva York se hizo con la pieza y la devolvió a la Catedral. Aún hoy se pueden ver las marcas del corte en el cuadro.

Otro cuadro curioso es el del Dogma de la Inmaculada Concepción, situado sobre el Altar de Plata, y realizado por Alfonso Groso a mediados del siglo XX, con motivo del centenario de la consagración del dogma de la Inmaculada Concepción, en 1854. Lo curioso de esta imagen es que, si nos fijamos bien, la cara de la Virgen es la de la Macarena.

En este enlace se puede hacer un repaso de todos los cuadros de la Catedral.

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